Celebrada en Cannes, Jacir presentó en el Festival marplatense su tercera película. Un padre y un hijo entregan invitaciones a una boda y, mientras tanto, desanudan viejas heridas con un trasfondo político.
Podría decirse de “Wajib” que es una “road movie” contemporánea, que desanda su historia a medida que Shadi y su padre recorren en un viejo auto la ciudad de Nazareth, en vísperas de la navidad. Parecen mensajeros modernos que llevan una buena nueva: la boda de Amal, la hermana menor de Shadi, a amigos y familiares, invitación a la fiesta mediante. Pero decir solo éso sería empequeñecer al filme, el tercero de la directora de cine Annemarie Jacir.
Jacir es la primera cineasta mujer de Palestina, autora de filmes como “Like tweenty impossibles”, cortometraje que fue seleccionado para Cannes y que resultó finalista de los premios de la Academia de Hollywood, y de “Salts of this sea”.
El reencuentro de los dos familiares sigue el curso del contrapunto de miradas, vidas y generaciones, lo que resulta por momentos cómico. El padre afincado en sus valores más antiguos, el hijo -un arquitecto que vive en Italia-, apuesta a un modo más libre.Son los actores Mohammad Bakri y Saleh Bakri (padre e hijo en la vida real) quienes encarnan los roles centrales.
Título intenso el de ser la primera mujer cineasta de Palestina: Jacir no elude que cuenta una historia ambientada en una de las regiones más convulsionadas del mundo, por el largo conflicto con el Estado de Israel.
Por eso, el trasfondo político se hará visible, se meterá en las conversaciones que ambos personajes mantienen mientras recorren una ciudad de callecitas empinadas, embotellamientos y basura acumulada por todos los rincones.
La corrección política del padre, un maestro que vive a diario la Palestina real, es el blanco de las críticas que hace el hijo, un profesional cuarentón que lleva en la sangre a la Palestina ideal, la que debería ser libre del control de potencias vecinas y que no olvida una adolescencia vinculada a la represión.
La cineasta tampoco elude su condición de mujer. Y aunque la fuerza de la película se la lleva el dueto de actores masculinos, la cuestión de género late en el fondo, en esa segunda lectura que se desprende de la historia. Se centra en la madre del arquitecto, sobre cuyas acciones pesan juicios a favor y en contra.
La decadencia de Nazareth, la violencia cotidiana, la falta de limpieza y de planificación urbana, el afeamiento de sus edificios, según Shadi, y la presencia de ancianos y ancianas en una ciudad que parece eyectar a las nuevas generaciones desfilan como subtemas y se mezclan con gracia entre los dos protagonistas.
Aunque no estuvo presente en Mar del Plata, Jacir aclaró algunos aspectos del filme: “Wajib puede traducirse como ‘deber social’. Cuando mi hermana se casó, el wajib de su marido era entregar las invitaciones con su padre. Decidí acompañarlos en silencio, mientras veía cómo se pasaban cinco días atravesando la ciudad y las aldeas de los alrededores entregando cada invitación. Como observadora silenciosa, era por momentos divertido y en otros momentos doloroso”.